Debutó en Atlanta en 1962, en un partido frente a Gimnasia y Esgrima La Plata. Fue adquirido por River Plate en 1964 donde jugó 93 partidos entre 1964 y 1968, alternando en la Primera División con el mítico arquero Amadeo Carrizo, hasta que fue transferido a Gimnasia y Esgrima, club donde jugó 244 partidos entre 1969 y 1974. En 1975 se incorporó a Unión de Santa Fe por expreso pedido del director DT juan Carlos Lorenzo y esa etapa marcó definitivamente el comienzo del éxito en su carrera. Al año siguiente el Toto se hizo cargo del equipo de Boca y lo llevó al club de la Rivera con el cual ganó dos Copas Libertadores y una Intercontinental.
El “Mono” Navarro Montoya habló en el Deportivo 1270 de su relación con Gatti y sus coincidentes maneras de ver el puesto de arquero.
“El “Loco” es mi ídolo, fue de lo mejor que vi, un pionero y un precursor de muchas cosas. Fue un arquero – jugador como Amadeo Carrizo, con su impronta hizo de su estilo una manera de entender el arte de atajar como hoy se demanda que lo hagan todos los arqueros, Gatti jugaba así 40 años atrás. Fue alguien que tenía una luz, tenía personalidad y carisma excepcionales, se va un grande de la historia del fútbol argentino”.
El Loco había llegado a Boca en 1976 de la mano del Toto Juan Carlos Lorenzo, pero tras los éxitos llegó finalmente aquel domingo 11 de septiembre de 1988 (1° fecha del Torneo), que marcaría el fin de su carrera profesional. Boca perdió frente al Deportivo Armenio por la mínima. El DT xeneise José Pastoriza tomó una decisión fuerte, que terminaría siendo determinante para el futuro de Gatti: le retiró su confianza al Loco y apostó por Carlos Fernando Navarro Montoya que hizo su debut en el superclásico contra River con triunfo por 2 a 0.
El “Mono” recuerda aquellos momentos. “Para mi hacerme cargo del arco de Boca fue un placer porque muy pocos se han dado el gusto que me di de atajar, entrenar y competir con mi ídolo. Cuando se me dio la oportunidad la aproveché, más allá de la competencia, yo quería atajar pero eso no soslayó mi admiración por Hugo y aprendí mucho a su lado”.
“Éramos arqueros de posicionamiento. Él me decía “Monito los golpes cuestan años” y es verdad por eso el atajó hasta los 44 años y yo hasta los 43. Entendíamos que volar era el último recurso, que el posicionamiento era fundamental, había que anticipar, achicar, todo eso era clave para evitar los golpes constantes”.
“Hugo era más bien parco, fue lógico que no tomara a bien la decisión de Pastoriza de reemplazarlo por mí, pero por otro lado había recomendado mi adquisición a los dirigentes de Boca. Entre nosotros había un vínculo por nuestras maneras de sentir el arte de atajar, de hecho yo continué su “escuela”, con mi impronta por supuesto. Con el pasar de los años esto se acrecentó y tenía una relación de mucho cariño, afecto y admiración, que era mutua. Ahora lo voy a despedir como se merece”.