Al comienzo de la nota, María Elena Barral contó: “Soy profesora de la UNLu y de la UNSAM. Hoy estuve laburando en Luján con ingresantes del Profesorado de Historia, son como cien personas que se anotaron a estudiar esto que nos interesa”. A lo que añadió: “Con muchas ganas, pero también con muchas dificultades. Hay estudiantes súper buenos, muy inteligentes; hay gente que viene a dedo a estudiar, todo muy milagroso”.
Ya respecto al libro Catolicismos de la Colonia a la República. Nuevas miradas desde el Sur, el cual hizo junto a Valentina Ayrolo y Guillermo Wilde, manifestó: “La religión es una utopía, el catolicismo como religión prescripta es algo que está en la norma. Nosotros vimos mucho la práctica religiosa y eso se traduce en muchos catolicismos, en muchas formas de practicar el catolicismo. El plural es una manera de hablar de los usos, de la religión como recurso, como práctica”.
En ese sentido, continuó: “Es un área de investigación que se especializó y profesionalizó mucho, como tantas otra, y que surgió de manera separada de las instituciones confesionales. Había una historia de la Iglesia hecha por la Iglesia, y las universidades y el CONICET descubrieron que era un objeto de estudio relevante. En este libro buscamos dar cuenta de la historia de la formación de este campo de estudio, un poco para contarles a los más jóvenes, porque sentimos que falta esa comunicación intergeneracional”.
Por otra parte precisó que “la trayectoria del estudio del catolicismo para nosotros se hizo desde la historia social, desde la historia cultural, desde la historia política”. Mientras que adicionó: “Yo me encontré con los curas y las parroquias, no los busqué. Estaban ahí porque me pusieron a contar si la Iglesia era una gran terrateniente en la región pampeana y resulta que no, lo cual no quería decir que no tuviera un rol relevante. Ese rol no pasaba por la propiedad de la tierra o la administración de los procesos agrarios, ahí me encontré con los curas como mediadores sociales, las parroquias como espacios de congregación comunitaria, las cofradías como lugares de sociabilidad y de construcción de los poderes locales”.
Además, la también investigadora del CONICET y autora de 1831. Orden, federalismo y provincias, expresó: “¿Por qué los primeros pueblos de las zonas rurales se llaman San Nicolás, San Isidro, Luján, San Antonio de Areco? Porque las parroquias fueron como las primeras sedes de un poder institucional y para muchas personas las únicas autoridades que se cruzaron a lo largo de toda su vida (…). Por supuesto iban algunos, no todos. Pero si era un espacio donde, por ejemplo, el bautismo más allá del significado religioso era entrar en una sociedad católica. Esto cien años que exista el registro civil, entonces los bautismos eran el registro de las personas”.