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En diálogo con Miguel Rep, la abogada, profesora y luchadora aseguró que su reputación se dio con el tiempo y con su trayectoria, pero que no la buscó particularmente: “No me considero célebre, para mí es una entrega. Yo honestamente voy, porque las cosas me interesan”.
Consultada por sus pasiones políticas, explicó que “yo nunca fui una revolucionaria, mi primera actividad política fue juntar plata en una alcancía en una marcha de la Unión Democrática, mi familia nunca fue peronista, ni gorila. Estaba más cerca por mis parejas, del comunismo”. Fue con la universidad que sus posiciones se profundizaron: “cuando ingreso a la facultad como profesora de derecho de familia, ahí empiezo a luchar por todas las desigualdades, pero no por feminista, naturalmente y empiezo a estar en cosas más adelantadas, mi carrera era en las instituciones de los abogados”.
Más adelante, durante la Dictadura, si bien estaba comprometida con los movimientos de derechos humanos, “nunca estuve cerca del exilio, no te olvides que estuve 40 años casada con Alberto Pedroncini, fue presidente de APDH, es el que inició casi todos los juicios, estuvo muy amenazado, yo lo acompañe a él”.